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Satélite de la Nasa se quedó en el camino |
La nasa estadounidense NASA perdio este martes un satélite de 273,4 millones de dólares que debía convertirse en la locomotora de un tren de observatorios orbitales para la medición del dióxido de carbono.
El cohete Taurus XL, que había partido a las 09:55 GMT (4:55 a.m. hora de Colombia) de la Base Vandenberg de la Fuerza Aérea, en California, llevando a cargo al Observatorio Orbitador de Carbono (OCO, por su sigla en inglés), cayó pocos minutos más tarde, presumiblemente, en el océano Pacífico cerca de la Antártida, según la Nasa.
"Los revestimientos de protección que envolvían al satélite como las dos conchas de una almeja no se separaron apropiadamente y eso, aparentemente, causó el fallo de la misión", dijo en una rueda de prensa Chuck Dovale, director de lanzamientos de la Nasa.
La nave "no alcanzó su órbita y probablemente cayó en el océano Pacífico cerca de la Antártida", indicó por su parte, John Brunschwyler, director de programa del Taurus XL.
Mayores detalles del calentamiento global
El OCO, resultado de casi una década de diseño, desarrollo y construcción, debía haber alcanzado una órbita casi polar sincrónica del Sol a unos 705 kilómetros de la Tierra, para recolectar mediciones globales precisas de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.
Los científicos iban a usar esa información para mejorar la comprensión de los procesos naturales y las actividades humanas que regulan la abundancia y distribución de este gas que contribuye al calentamiento atmosférico global.
"Todo nuestro equipo, a nivel muy personal, está tremendamente decepcionado", dijo Brunsschyler, de la firma Orbital Sciences, de Dulles (Virginia) que fabricó el cohete Taurus. "Es un golpe duro".
El OCO, de 441 kilogramos, era el primer satélite de la Nasa construido específicamente para la medición de los niveles de dióxido de carbono, y llevaba un espectrómetro de tres canales que hubieran permitido la elaboración de mapas detallados de la distribución de ese gas.
Los científicos calculan que el uso de combustibles fósiles y otras actividades humanas emiten, cada año, 8.000 millones de toneladas de dióxido de carbono hacia la atmósfera, pero se necesitan más estudios para determinar en qué forma la vegetación procesa ese gas y cómo los fenómenos meteorológicos afectan su distribución.
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